Capítulo 48
Armando frunció ligeramente las cejas al ver a Silvia comer los fideos con tanta hambre, con un aire algo desaliñado y miserable.
¿Dejarlo a él la había llevado a caer tan bajo que una simple sopa de fideos con ternera le parecía un manjar exquisito?
—Silvia, deja de hacer tonterías y vuelve conmigo.
Acostumbrado a los trajes impecables y a las reuniones elegantes, ignoraba por completo que aquel vestido sastre que llevaba Silvia no era precisamente barato.
"Slurp..."
Silvia siguió inclinada sobre el cuenco, aunque la aparición de Armando le había quitado un poco el apetito.
Con la cara sombría, Armando espetó: —Muy bien, Silvia, ¿estás decidida a divorciarte, eh?
Al verla con aquel aspecto sencillo, en los ojos de Armando pasó un destello.
—Si insistes en divorciarte, está bien. Pero tendrás que hacerte cargo de la manutención de Gustavo. Sus decenas de miles de dólares de matrícula al año, su ropa hecha a medida, el auto en el que se traslada…
Silvia no comprendía del todo el sentido

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