Capítulo 61
—Silvia...
Armando se quedó mudo. Bajo la luz, el anillo de diamantes que brillaba en su mano era idéntico al que él llevaba en el anular: un par hecho a juego.
La razón por la que ella había accedido a regresar no era porque extrañara a Gustavo.
Era para devolverle esas dos cosas en persona.
En ese instante, Armando pareció darse cuenta de que ya no podría retener a Silvia y sintió cómo el corazón se le encogía con un dolor sordo.
Tras devolver lo que una vez fue suyo, Silvia se dio la vuelta para marcharse, pero una pequeña mano la sujetó del borde de la ropa.
Ella se volteó.
Gustavo tenía el rostro lleno de lágrimas. —Mamá, no te vayas. No quiero que te vayas. ¡Buaaa!
Lloraba a gritos, tirando con todas sus fuerzas de la mano de Silvia.
—Quédate esta noche. Aunque sea por Gustavo, acompáñalo una última vez.
Armando apretó los puños; el anillo se le clavaba dolorosamente en la palma.
Silvia bajó la mirada. Las lágrimas de Gustavo caían como dos riachuelos de sus ojos.
Ella suspiró en

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