Capítulo 25

¡En ese instante, Jesús sintió que su corazón se desgarraba por completo! Jesús... Permaneció inmóvil en la oscuridad, como una estatua de piedra, mirando impotente cómo todo lo que alguna vez había sido suyo florecía ahora en los brazos de otro hombre. Una ola de celos y dolor lo ahogó; perdió el control y salió corriendo. Sin importarle nada, se arrodilló frente al edificio donde vivía Cecilia. Pasó toda la noche de rodillas, suplicando perdón, dejando que el rocío nocturno empapara su ropa, hasta que, al amanecer, el guardia de seguridad lo "invitó" a marcharse. Sin embargo, su intento de obtener compasión mediante el autosacrificio no logró más que convertirse en el chisme del vecindario, motivo de burla entre los vigilantes y los vecinos madrugadores. Cecilia ni siquiera se asomó a la ventana. Las insistencias de Jesús, aunque molestas, no afectaron realmente la relación entre Cecilia y Emilio. Él le ofrecía a ella un profundo respeto, comprensión y espacio. Su madurez, sinceridad