Capítulo 31
María albergaba dudas.
Pero Carmen ya la había empujado al coche.
El vehículo arrancó a toda velocidad, dejando a Luis negociando con varios hombres corpulentos.
En la suite de lujo.
Manuel estaba sentado junto a varios hombres de mediana edad, intentando calmarlos de vez en cuando.
Un hombre calvo miró el reloj en su muñeca.
—Vaya, ya es esta hora.
—Señor Manuel, tengo asuntos pendientes en casa. ¿Le parece si me retiro ya?
Algunos de los presentes asintieron en apoyo al hombre calvo, mientras otros observaban la situación en silencio.
Manuel todavía era demasiado inexperto.
Aún le faltaban años para convertirse en un maestro de las relaciones públicas, y el sudor empezaba a acumularse en su espalda.
Intentaba mantener la compostura.
—Presidente Gonzalo, aún es temprano. Nuestro Presidente Miguel sabe que han estado esperando con paciencia, por eso me pidió que trajera un pequeño obsequio para que todos disfruten mientras tanto.
El hombre calvo se apellidaba Ramírez y se llamaba Gonza

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