Capítulo 10
—¡Moncho, no te vayas!
El grito desgarrador de Pilar estalló como un vidrio roto, cortando en seco el bullicio del salón de la fiesta.
En su desesperación por retener a Ramón, corrió tambaleándose y terminó golpeándose brutalmente contra la esquina de una mesa tallada. La frente se le abrió en una herida sangrante, y pedazos de porcelana rota se le clavaron en la palma de la mano.
Pero aun así, con la cara cubierta de sangre y el cuerpo temblando, extendió el brazo en dirección a donde él se alejaba. La gente se apartó como una ola silenciosa, dejando que solo se escuchara el goteo constante de la sangre cayendo al suelo.
Ramón volteó justo cuando sus ojos se cruzaron con los de Pilar. Eran esos ojos rasgados que siempre llevaban una sonrisa suave, pero ahora estaban llenos de lágrimas, empapados en sangre. Las pestañas pegadas por el líquido espeso, los labios pálidos repitiendo como una letanía, —Moncho… no me dejes… solo te tengo a ti… haré lo que sea, lo que sea si te quedas…
Mauri

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