Capítulo 95
Ya no podemos seguir hablando de esto. Si seguimos, ¿quién sabe qué más se le ocurrirá?
Sus pies estaban envueltos como tamales. Se levantó del sofá y le pasó a Oscar la mitad de un pastel que no había terminado. —Un hermano es un hermano, Vicente es Vicente.
Una luz inexplicable brilló en el fondo de los ojos de Oscar mientras pensaba en una cosa, pero decía otra: —¿El pastel no está bueno?
Belén, vestida con zapatillas anchas, caminaba sin que le dolieran mucho los pies. —Es demasiado dulce, no me gusta.
—Vamos a bajar a comer, tengo hambre.
Belén bajó las escaleras, con Oscar siguiéndola. Al bajar, el pastel en sus manos ya había desaparecido.
Esa mitad ya había entrado completamente en el estómago de Oscar, y ella seguía siendo así: no le gustaba desperdiciar comida, ni mucho menos tirarla.
Es porque sabe lo que es tener hambre, por eso siempre le da a Oscar lo que no se termina.
Aunque parece que a Oscar tampoco le gusta, siempre se lo come todo cada vez que se lo

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