Capítulo 9
Poco después de mi partida.
La enfermedad cardíaca de Teodoro se agravó aún más; según los médicos, no le quedaban muchos años de vida.
Josefina, devastada, volvió a presionar a Ignacio para que se casara pronto; no podía permitir que su esposo muriera sin ver a su hijo formar una familia.
Ignacio, harto de las insistencias, le respondió con algunas palabras.
Josefina, entonces, empezó a llorar y a reprocharle: —Camilita es una chica maravillosa, y tú no la valoraste. Si no, ya estarían casados, ¡y tu padre y yo podríamos tener nietos en brazos!
Al escuchar mi nombre, Ignacio perdió el ánimo y se quedó en silencio.
No supe más de lo que sucedió después; mis padres ya habían vendido la casa y se habían mudado para establecerse en otro lugar.
Tres años después, regresé a mi país para encargarme de un proyecto.
Junto a la empresa se encontraba la oficina de abogados de Ignacio; la entrada estaba desolada, muy lejos del esplendor y la sofisticación de antaño.
Al notar que mi atención se fi

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