Capítulo 34
Elena soltó una risa fría. —¿Cómo? ¿No tienen carro? ¿La empresa no les asigna uno?
Sus palabras no solo se burlaban de su pobreza, sino también de su falta de posición en la compañía.
Lilia también los miró. —Elena, no hables así. Ellos son recién llegados, es normal que el trato no sea tan bueno. Yago, Sara, no se lo tomen a mal, ella es de ese carácter. Más adelante, cuando tengan obras propias, todo mejorará.
—Solo que hoy será un poco molesto, porque no vamos al mismo sitio y no podemos llevarlos de paso.
Yago escuchó sus palabras y, al contemplar su aspecto puro y encantador, sintió vagamente que algo no estaba del todo bien.
No lo comprendió con claridad y solo respondió de manera natural: —En el futuro todo irá bien, seguro.
La mirada de Melchor cayó sobre Carolina, esperando que ella hablara para ofrecer ayuda.
—Gracias por su preocupación, señorita Lilia. Tomaremos un taxi. —Sara sonrió con dulzura; su cara redonda y adorable la hacía parecer ingenua e inocente.
Esas palabras

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