Capítulo 37
Lilia bajó del carro, parecía muy contenta. —Carolina, aún no te has ido. Justo trajimos unos bocadillos, te compartimos un poco.
Se acercó, y el aroma de su perfume envolvió la nariz de Carolina, que se sintió incómoda y, casi imperceptiblemente, retrocedió para poner distancia.
—No, gracias, todavía tengo asuntos que atender, me voy primero.
Detrás de ella, Lilia alzó la vista y la miró un par de veces, mostrando un gesto de agravio.
Melchor se acercó y la consoló en voz baja. —No le hagas caso, solo tiene mal genio.
Sara también rechazó amablemente, mientras que Yago tomó una botella de bebida.
Ella le echó una mirada y, al verlo sostener la botella como si fuera un tesoro, no pudo evitar decir: —¿Es que normalmente te prohíben beber?
Yago se sintió ofendido. "¿Dónde había quedado aquella Sara tierna y encantadora de antes?"
"¿Quién era ahora esta fanática de la batalla?"
...
El Hotel Real Aurora era el mejor alojamiento de esta ciudad del cine; muchos artistas de renombre se quedab

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