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Capítulo 41

Aunque Yago no había entendido del todo la situación, lo que dijo después fue como la respuesta de un alumno con malas notas: a fuerza de su propia lógica torcida, consiguió dar en el clavo. Por primera vez, a Sara le dieron ganas de aplaudirle. La expresión de Melchor se tornó sombría; apenas habían pasado unos días y, ¿ya se llevaban tan bien? ¿Un simple novato se atrevía a enemistarse con él solo por defenderla? Su mirada oscura y amenazante recorrió a ambos, y hasta Elena, que estaba a su lado, sintió miedo bajo la presión de aquella presencia opresiva. —Lo nuestro no tiene por qué involucrar a los demás. —Carolina dio un paso al frente y se colocó delante de ellos. Melchor soltó una risa fría, y justo antes de responder, el asistente de Lilia llegó corriendo con urgencia. —¡Malas noticias, Melchor, Lilia acaba de caerse! Él frunció levemente las cejas, y en sus ojos se encendió un destello de sospecha. No sabía si era coincidencia o no, pero parecía que siempre que intentaba habla

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