Capítulo 1132
Los guardaespaldas se miraron entre sí y salieron en silencio.
Baltasar solo necesitó un día para deshacerse de todas aquellas mujeres, ordenar una desinfección completa de la villa y reemplazar gran parte del mobiliario. En Cumbre, él era una figura influyente, y semejante movimiento, naturalmente, atrajo la atención de muchos.
Martín yacía recostado en el sofá mientras varias mujeres bailaban frente a él. Un dulce aroma impregnaba el aire de la habitación.
Su físico era imponente, con una belleza salvaje; los músculos tensos y el magnetismo sensual de su cuerpo proclamaban que se trataba de un hombre sumamente atractivo.
Llevaba dos pendientes en las orejas y una pulsera de cuentas negras en la muñeca. Era jade negro, difícil de conseguir.
El jade negro no era barato, pero para él no representaba un gran gasto; aquello demostraba que esa pulsera tenía una historia detrás.
Un hombre entró corriendo desde el exterior y le susurró algo al oído. Martín arqueó ligeramente una ceja. —¿Segu

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