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Capítulo 155

Lorena ya iba en camino hacia el viejo hospital cuando, a través del espejo retrovisor, vio que un auto la seguía. La placa le resultaba muy familiar: era el auto de Yago. Ese hombre realmente no la dejaba en paz. Ella respiró hondo y aceleró al máximo. Yago no se atrevió a forzar la situación, así que redujo la velocidad y la siguió a cierta distancia. Cuando Lorena llegó a su destino, recién entonces se dio cuenta de lo deteriorado que estaba ese hospital. Si hubiese venido de noche, bien podría haber pasado por una casa del terror. Apenas bajó del auto, vio en el amplio patio a un anciano barriendo el suelo. Aunque el lugar estaba venido abajo, todo se mantenía limpio. El polvo que caía de las paredes era limpiado a diario. Aceleró el paso y se acercó al anciano, sin poder evitar preguntar: —Señor, el suelo ya está bastante limpio. ¿Por qué no descansa un poco? El anciano, de cabellos totalmente blancos, levantó la vista y la miró. Luego mostró una expresión de repentino reconocimie

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