Capítulo 237
Lorena se levantó y se marchó. Al salir del hospital, volvió a bostezar y se le escaparon unas lágrimas. Estaba realmente cansada.
Pero apenas se subió al auto, sintió que había alguien en el asiento trasero.
Se le erizó la piel. Justo cuando iba a girarse, un beso ardiente la sorprendió.
Su auto estaba aparcado bajo el gran árbol frente al hospital. Las ramas espesas proyectaban sombras que envolvían completamente el vehículo en oscuridad, pero aun así, ella supo quién era: Ignacio.
Levantó la mano para apartarlo, pero él la besaba cada vez con más desenfreno.
—Me mentiste.
En su voz había un matiz de furia, de agravio, como si deseara que ella muriera asfixiada entre sus brazos.
El corazón de Lorena latía con fuerza. ¿No vivía él solo en esa vieja casita medio derruida? ¿Cómo podía aparecer allí de repente?
—Ignacio, no puedo respirar... Suéltame primero.
Pero él no la soltó. La jaló desde el asiento del conductor hacia atrás y la abrazó con fuerza.
Lorena notó que su cuerpo temblaba

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