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Capítulo 380

Lorena ya había llegado a la casa. Dejó la comida que traía sobre la mesa y, al ver que Ignacio dormía, se sintió mucho más aliviada. Lo empujó con suavidad. —Levántate a comer y luego sigues durmiendo. Estos tres días vendré todos los días. Si no duermes al menos diez horas diarias, me voy a enfadar. Él ya no tenía fiebre y se levantó despacio. Lorena, con total naturalidad, se dio la vuelta. —No te miro, ¿vale? Enciende la lámpara de la mesilla, que no vas a comer a oscuras. Él alargó una mano, la tomó y encendió la pequeña lámpara. La luz era tenue, pero suficiente para iluminar la comida. Dejó una mano libre para seguir sosteniendo la de ella, y con la otra comía despacio y sin prisa. Las pulseras en sus muñecas colgaban y chocaban suavemente entre sí, dando una imagen muy entrañable. En los tres días siguientes, Lorena fue a visitarlo dos veces cada día, y por las noches procuraba no regresar a casa. El cuarto día, cuando pensaba ir otra vez, recibió una llamada de Sara. Ella habí

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