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Capítulo 394

A los ojos de Pedro, una figura delgada se fue acercando poco a poco; como el mundo era tan blanco, la mancha roja que llevaba en la mano destacaba aún más. Cuando ella subió al auto, primero se sacudió la nieve del pelo. Luego cerró la puerta. De pasada, le entregó la camelia que acababa de arrancar. Pedro no la tomó, sino que se quedó mirando las motas de nieve que quedaban en los pétalos. Lorena pensó que quizás tenía frío y levantó la mano para sacudirle la nieve, pero entonces oyó que él preguntaba: —¿Y si esta camelia ya tenía dueño? Ella respondió casi por instinto: —Si la arranco para dársela, su dueño es usted. Pedro estaba a punto de extender la mano, pero al oír esas palabras, la apretó de golpe, tensando los tendones del dorso. Lorena, que lo había dicho sin pensar, al notar el cambio en su expresión, preguntó: —¿Qué pasa? Él bajó la cabeza, murmuró un "mm", tomó la camelia y dijo: —Gracias. Lorena pudo sentir que su ánimo mejoró casi de inmediato. Se fue al asiento delante

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