Capítulo 107
Anne se agachó y les acarició la cabeza, sin saber cómo explicarles lo que había pasado porque quería que sus hijos vivieran sus vidas libres de preocupaciones.
“No vamos a salir a jugar. Solo vine a verlos. Esta noche tengo trabajo y la Abuela tampoco puede venir...”.
Los trillizos hicieron un puchero con resignación.
Abrumada por la culpa, Anne añadió: “Cuando termine todo lo que tengo que hacer, los llevaré a jugar”.
Un niño se acercó a Anne y le preguntó: “Señorita, ¿pueden pasar la noche en la escuela con nosotros?”.
Los trillizos dudaron.
“¿Quieren quedarse?”, preguntó ella.
“¡Sí queremos!”, contestaron ellos al unísono.
A Anne le pareció una buena idea. Después de todo, lo mejor era que sus hijos pasaran más tiempo con sus compañeros de juego. Fue a comunicárselo a la profesora antes de irse.
Seguía sin poder localizar el teléfono de Cheyenne. Justo cuando se sentía impotente, un coche se detuvo a su lado.
Lucas salió del coche. “¿Por qué estás aquí a estas horas?”.
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