Capítulo 138
Óscar no miró a Maristela ni una sola vez. No la conocía, no quería interactuar con ella, y simplemente la ignoró por completo.
Después, levantó el pie y se dirigió hacia una de las casas cercanas.
Un poco antes, había visto con sus propios ojos a Ángeles entrando en ese patio.
¡Ja! Pensó con desdén. Esa patada de hace un rato, aún no se la había cobrado.
Ángeles echó unas ramas más al fogón. El fuego ardía intensamente, y los pequeños peces del río ya estaban en la sartén. El aceite caliente chisporroteaba, llenando el aire con un delicioso aroma. No pasó mucho tiempo antes de que el olor se extendiera por todo el lugar.
Ángeles dejó escapar un "¡guau!" mientras lamía sus labios, tentada.
La abuela Alzira sonrió y le preguntó: —Pequeña glotona, ¿los bocadillos de afuera son mejores que los pececitos crujientes de la abuela?
Ángeles respondió con facilidad, halagando sin dudar: —¡Claro que no, abuela! No tienes idea de cuánto extraño tus comidas, especialmente estos pecec

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