Capítulo 20
Su razón había sido aplastada hacía tiempo a causa de la desesperación infinita. La persona al otro lado de la línea, entre palabras vagas, le dio una dirección dentro del país. Soltó una carcajada y colgó el teléfono.
Como era de esperarse, esa persona lo había engañado
Pero él no se molestó en investigar. Ya no le quedaban fuerzas.
Después de ese día, las llamadas de ese tipo no dejaron de llegar.
Todos decían haber visto a Liliana en algún lugar y luego le pedían a Fernando una recompensa, mayor o menor según el caso.
Aunque él sabía que había muchos estafadores, igual les enviaba dinero. Se aferraba a la mínima esperanza posible.
Las recompensas prometidas, al final, desaparecieron: uniéndose como piedras lanzadas al mar.
Pero a Fernando no le importaba en lo más mínimo. Lo único que lo sostenía era ese leve hilo de esperanza. Incluso si alguien le pedía reunirse en persona, él igual acudía a la cita.
También lo buscaron algunas mujeres. Todas iban muy arregladas, con segundas inte

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