Capítulo 11
Alicia empujó la puerta y la recibió una ráfaga de aire frío.
La sala estaba vacía, sin rastro de Bruno, ni de sus pantuflas habituales, ni siquiera la manta favorita del sofá, doblada con esmero, como si nunca hubiera sido usada.
Frunció el ceño y subió las escaleras. No había pasos familiares, ni risas, ni siquiera el sonido de una puerta cerrándose de golpe cuando él se enojaba.
La casa entera era tan silenciosa como una tumba.
Su expresión se tensó aún más cuando abrió la puerta del dormitorio.
El armario, vacío, sin su ropa.
Los cajones, sin sus colecciones.
La mesilla de noche: vacía, el libro que él siempre leía ya no estaba.
Toda la habitación estaba tan impecable que parecía que jamás hubiese vivido allí nadie.
Gabriel llegó detrás, con cautela: —¿El señor Bruno no está en casa?
Alicia respondió fría y serena: —Se ha ido de casa.
Sacó el móvil y llamó a Bruno.
—Lo sentimos, el número que ha marcado está apagado...
Colgó y marcó de nuevo: seguía apagado.
Mandó un mensaje, pero

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