Capítulo 28
Leticia, mientras sostenía el volante, dirigió una mirada irónica a Clara y exclamó con sarcasmo: —Yo soy vuestra invitada de honor.
Mientras resonaba la voz burlona de su amiga, Isabel se giró hacia Clara y, agitando su mano, dijo: —Adiós, señorita Clara.
A medida que el coche de Isabel se alejaba y el humo del tubo de escape se disipaba, Clara quedó visiblemente enfadada. —¿Por qué su coche puede entrar y el mío no?
—Lo siento, señora, pero la dama que acaba de entrar tiene un lugar reservado. Por favor, diríjase al estacionamiento trasero y busque un espacio allí
Frustrada, Clara apretó los dientes. Dado que el empleado permanecía atento, no tuvo más opción que girar su coche y retirarse derrotada.
De regreso al estacionamiento, Clara agarró el volante con fuerza.
¡Isabel! Recordaría esto y estaba decidida a no facilitarle la noche en la fiesta.
Al ingresar al estacionamiento del Salón de Oro, Leticia no pudo evitar un sentimiento de satisfacción. —Tu identidad realmente te abre

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