Capítulo 18
Escuché detrás de mí la risa suave y desdeñosa de Rosa.
Parecía como si se burlara de que, una vez más, sus pequeños trucos fueran a salirse con la suya.
No le presté atención; simplemente me quedé mirando fijamente a Pablo con terquedad.
No sabía por qué, pero siempre sentí que él no sería como los demás.
Había crecido conmigo desde pequeño y, tal como él decía, yo creía que no me traicionaría.
Pablo se acercó cada vez más y, cuando llegó a mi lado, de pronto tomó mi mano y la acarició con delicadeza.
—¿Te hiciste daño en la mano?
La ternura en la voz de Pablo casi desbordaba.
—En el futuro, este tipo de cosas déjamelas a mí.
Ni siquiera le dirigió una mirada a Rosa. Extendió la mano, abrió la puerta del auto y se dispuso a llevarme a casa.
—¡Tío Pablo!
Rosa ya no pudo seguir fingiendo; se levantó del suelo y caminó hacia nosotros con ansiedad, como si quisiera meter a la fuerza aquella invitación en la mano de Pablo.
—Tres días después es mi fiesta de compromiso, quiero invitarle a a

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