Capítulo 14
Al ver a Elisa acercarse hacia él, Simón sintió una tensión inexplicable.
Ella tenía la mirada serena y se sentó frente a él, mientras él mantenía una expresión tensa y apretaba la taza de café entre las manos.
Al mirar aquellos ojos fríos y distantes, no se atrevió a hablar; solo pudo evocar los recuerdos que habían compartido alguna vez.
—¿Te acuerdas? Dijiste que te gustaba la lavanda de la Provenza, y yo compré una finca allí de inmediato, solo para llevarte a pasar un mes cada año durante la floración.
Su voz llevaba un matiz de cautelosa intención. —Y en tu cumpleaños… alquilé todo el parque de atracciones para que los fuegos artificiales formaran tu nombre en el cielo nocturno…
Elisa detuvo por un instante la mano con la que sostenía la taza de té.
—Simón, todo eso que dices… ¿Qué tiene que ver conmigo? —Alzó la vista, y su mirada fue tan gélida como el hielo.
Las palabras de Simón se atascaron en su garganta.
—No tenemos certificado de matrimonio, ni siquiera llegamos a ser una

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