Capítulo 19
Cuando el puño del guardaespaldas cayó sobre Martina, ella lanzó un grito desgarrador.
—¡Ah! ¡No! ¡¡No!!
Al principio todavía maldecía, maldecía a Elisa y a Simón.
Pero, a medida que los golpes se volvían más frecuentes, su voz terminó convirtiéndose en súplicas.
—¡Cállate!
Al oír los gritos, el guardaespaldas le propinó una brutal patada en el abdomen, haciéndola encogerse de dolor de inmediato.
El dolor lacerante de las costillas rotas le nublaba la vista; la espuma sanguinolenta no dejaba de brotarle por la comisura de los labios, y su cara, antes delicada, estaba tan hinchada que resultaba irreconocible.
Simón la observaba con frialdad todo el tiempo, sin que hubiera el menor atisbo de emoción en su mirada.
Al ver cómo Martina era maltratada, no sintió ninguna compasión.
Solo recordó la cara pálida de Elisa el día en que había perdido al bebé, recordó cómo ella se había desmayado frente al Registro Civil, recordó la mirada aterrada con la que se había escondido detrás de Román.
En

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