Capítulo 15
—No imaginé que también tuvieras talento para hacer de guía turístico. —Dijo Noelia, volviéndose con una sonrisa burlona.
Emiliano se apoyó en la borda del barco y la miró con pereza: —Un socio de buen humor mejora notablemente la eficiencia del trabajo.
Noelia se quedó un segundo en blanco y luego soltó una risa suave.
Lo miró con atención: Emiliano nunca la confinaba a un puerto seguro.
Simplemente la llevaba ante un mundo más amplio y le decía: —Ve y míralo.
Era completamente distinto a Alejandro.
Alejandro le había construido una jaula dorada: la llenó de bienes materiales, pero la ató con cadenas de sospecha.
Emiliano, en cambio, parecía preferir verla desplegar las alas.
Algo tibio, difícil de nombrar, empezó a derretir en silencio la parte de su corazón que Alejandro había congelado.
Durante la cena, Celeste se inclinó hacia Miguel y le susurró unas palabras.
Cuando Miguel volvió a mirar a Emiliano y a Noelia, en sus ojos había menos escrutinio y más reflexión.
Esa misma noche,

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