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Capítulo 7

Aquella pregunta cayó como un martillazo, haciendo que a Noelia le zumbaran los oídos. De manera instintiva, dirigió la mirada hacia Alejandro, que estaba entre el público. Lo vio igualmente sorprendido, con el ceño fruncido; la conmoción en sus ojos no parecía fingida. Noelia retiró la vista de inmediato, en su mente desfilaron, a toda velocidad, innumerables pensamientos. Al verla guardar silencio, el periodista se volvió aún más incisivo: —¿Su falta de respuesta equivale a una confirmación? Ella inhaló hondo y, antes de que volviera a atacar, habló: —Admito que, al principio, fue ese reloj lo que me hizo fijarme en él, y que deseaba cambiar mi destino a partir de ahí. Un breve silencio cayó sobre la sala. Su mirada se posó en Alejandro: —¿Alguien apostaría diez años de su vida, con afectos fingidos, por un futuro incierto? —Diez años, día tras día. Vivimos en un departamento sin calefacción; invertí todos mis ahorros en su proyecto; pasé incontables noches en vela ayudándolo a corregir propuestas... Alejandro apartó la vista, incapaz de sostener su mirada. —Si todo eso fue fingido, entonces el precio que pagué fue demasiado alto. Tan alto que hasta yo misma lo encuentro absurdo. El público quedó en silencio. Pero ese silencio duró apenas unos segundos. Un periodista reaccionó enseguida: —Usted dice haber dado tanto, pero todos saben que este proyecto lo consiguió gracias a las redes del presidente Alejandro, ¿no es así? Otro intervino con tono más cortante: —Entonces, ¿su discurso en redes sobre la independencia femenina es solo fachada? Al final, ¿no es más que un canario enjaulado, dependiente del presidente Alejandro? Ante las miradas expectantes, deseosas de verla caer en ridículo, los labios de Noelia se curvaron en una sonrisa irónica. —Si yo fuera un canario, entonces sería el canario más desaliñado del mundo. Alzó el dossier del proyecto: —Díganme, ¿qué canario pasa noches enteras ajustando diseños? ¿Cuál va a fábricas y se reúne con clientes? —Si se tomaran el tiempo de centrarse en esta reunión, sabrían cuál es el verdadero valor de esta propuesta. De pronto, su tono cambió; la mirada se volvió afilada: —Más que cuestionar mi esfuerzo, lo que me interesa saber es quién obtuvo de manera ilegal y filtró mi diario personal. Su mirada recorrió el público con aparente descuido y se detuvo fugazmente en Susana. Susana desvió la vista de inmediato, retorciendo con fuerza el borde de su falda entre los dedos. En ese momento de máxima tensión, Alejandro se puso de pie de golpe y caminó hacia el escenario. —Respecto a la violación de la privacidad de mi esposa, lo investigaré hasta las últimas consecuencias. —Pero quiero que quede claro algo: ni hace diez años ni ahora es ella quien depende de mí; soy yo quien no puede prescindir de ella. A pesar del respaldo público de Alejandro, la polémica no se disipó. Esa misma noche, fragmentos del diario de Noelia fueron sacados de contexto y difundidos en internet mediante capturas de pantalla. Frases como [me gusta su dinero] y [cuando sea rico podré vivir bien] aparecieron marcadas en rojo. Y se propagaron sin control por todas las redes sociales. Su número de celular y su dirección fueron expuestos. Llamadas de desconocidos no dejaron de entrar, cargadas de insultos. —Presidenta Noelia, Albor Nube acaba de enviar una carta de rescisión de contrato. La asistente entró con el rostro tenso: —Además, varias empresas más llamaron para suspender la colaboración. Noelia se masajeó las sienes: —Contáctalos. Hablaré personalmente con ellos para explicarlo. La asistente añadió en voz baja: —Todos dicen que no tienen tiempo para reunirse. La puerta del despacho se abrió. Alejandro entró. Al ver los documentos acumulados sobre el escritorio y el celular que no dejaba de encenderse, frunció el ceño. —Llevas una semana sin volver a casa. —¿Por qué no acudiste a mí? —Dijo, apoyando la mano sobre la suya. —Con estas colaboraciones, basta una palabra mía. Noelia retiró la mano y siguió revisando la agenda de contactos: —Esta es mi carrera. Y esta es mi crisis. —¿Somos marido y mujer y aun así necesitas marcar una línea tan clara? En la voz de Alejandro se percibía una sincera incomprensión: —Desde lo de Rocky hasta ahora, has estado evitándome deliberadamente. —¿Qué es lo que realmente está pasando? Desde la primera prueba hasta ese momento, Alejandro había montado escena tras escena, observándola debatirse en el dolor. Y ahora, con un tono de desconcierto, le preguntaba qué había ocurrido. Noelia abrió la boca; estuvo a punto de escapársele la frase: [¿de verdad no lo sabes tú mismo?] Justo entonces, la asistente levantó el celular con el rostro desencajado: —Presidenta Noelia, su padre ha llegado.

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