Capítulo 58
Amelia se preguntaba con quién hablaba Sergio cuando, de pronto, Carlos a quien había visto solo una vez, apareció como un fantasma, surgiendo de la nada.
Decir "de la nada" era quizás exagerado: parecía más bien que se ocultaba en algún rincón de la mansión, como los antiguos guardianes que permanecían en la sombra, listos para acudir al llamado de su rey.
A diferencia de Hugo, aunque ambos eran asistentes de Sergio, Carlos era reservado y parco en palabras; su rostro atractivo rara vez mostraba emoción alguna.
Con semblante imperturbable, se acercó a Belén y ordenó con voz fría: —Vámonos.
Belén temblaba de miedo, y al caminar, sus piernas apenas la sostenían.
Solo cuando Carlos y Belén desaparecieron de la vista, Amelia logró decir con esfuerzo.
—Señor Sergio, ¿acaso Belén hizo algo mal?
Sergio adoptó una postura relajada y se sentó en un sillón: —Asuntos domésticos. Los extraños no deberían involucrarse.
Amelia no era tonta: comprendió que Sergio estaba castigando a una persona para

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