Capítulo 30
...
Después de que liberaran a María, ella movió suavemente sus muñecas adoloridas y recorrió con la vista la fábrica abandonada, tratando de encontrar alguna herramienta o salida que pudiera utilizar.
Fernando interrumpió sus pensamientos y le advirtió: —Zorra, más te vale cooperar un poco, si no lo vas a pasar mal.
María fingió debilidad, con un tono que buscaba agradar. —Jefe, yo no sé nada, es la primera vez...
Al escuchar esto, los dos secuestradores no pudieron evitar que sus ojos brillaran de interés.
El calvo, de repente, sacó su teléfono y activó la función de grabación.
De pronto, María sintió un mal presentimiento.
Sus ojos negros se abrieron de par en par. —¿Ustedes... Qué piensan hacer?
—Nos ofendes —respondió uno. —También nosotros recibimos dinero y hacemos trabajos para otros. Si quieren tus fotos desnuda, pues las tendrán. Además, necesitamos algún tipo de prueba; si das la vuelta y llamas a la policía, sería un gran problema para nosotros.
—Jefe, no se preocupen, yo n

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