Capítulo 40
El pulso de Amelia se aceleró, su interior palpitaba. El resentimiento todavía hervía a fuego lento dentro de ella.
A pesar de todo, su mente se agitó por la indecisión.
Las palabras de Salvatore habían detonado una intensidad magnética abrasadora entre ellos.
La decisión es tuya.
Sin embargo, no tuvo tiempo de expresar su preferencia. Salvatore ya estaba acechando hacia ella. Sus manos encontraron su cintura. Su mirada, ardiente y anhelante, encontró la de ella con facilidad.
—Todavía me duele la mejilla, cuore mio. Debes besarla para mejorarla— dijo arrastrando las palabras.
—Te lo merecías
—Quizás lo merecía... Castígame más, esposa mía— sonrió con malicia
Sus ojos verdes se abrieron al principio. Luego, se estrecharon. El bastardo deseaba ser castigado, ¿verdad?
De repente, toda la ira hacia él se fusionó con su frustración sexual. Estas energías volátiles se fusionaron en una, formando una bola incineradora de fuego, llamas y ferocidad femenina dentro de ella.
—Quítate la ropa— or

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