Capítulo 21
Mauricio no se atrevió a seguir pensando.
Apoyado contra un poste de luz, se dejó resbalar lentamente hasta quedar sentado en el suelo, hundiendo el rostro entre las rodillas.
Las lágrimas brotaron sin control, empapándole los pantalones.
Los sollozos quedaron atrapados en lo más profundo de su garganta, rotos, desesperados.
En el lugar donde Amaya había sufrido aquel accidente, permaneció solo hasta el amanecer, como una estatua sin alma, abandonada por el mundo entero.
No fue sino hasta que la primera luz del alba apareció y el bullicio de la ciudad volvió a despertar, que logró ponerse de pie, como alguien que acaba de salir de una larga enfermedad, y se marchó en el auto.
Su espalda se veía solitaria, como si de pronto hubiera envejecido diez años.
El tiempo siguió avanzando con aparente calma.
La vida matrimonial de Amaya y Sergio transcurría serena y feliz.
Sergio era atento y gentil; la respetaba, la cuidaba, la mimaba como a una pequeña princesa.
La sonrisa de Amaya aparecía ca

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