Capítulo 22
Carlos, al ver la llamada entrante, se levantó con suma mesura y, antes de irse, advirtió: —Las heridas de tu espalda aún no habían sanado y ahora tienes nuevas en la mano. Descansa bien. Mañana será una puerta de vida o muerte.
—Está bien.
Tras ver a Carlos marcharse, María contestó la llamada, y del otro lado llegó la voz de un guardaespaldas: —señora María...
María: —Yo no soy su esposa.
El guardaespaldas al otro lado rectificó de inmediato: —señorita María, el señor Alejandro está en un bar. Nadie consigue llevárselo. Solo pudimos buscarla a usted.
A María se le cruzó por la mente aquel espectáculo de drones, y su voz se volvió fría: —Alejandro y yo ya no tenemos ninguna relación. Si en el futuro se encuentran con este tipo de situaciones, contacten directamente a Carmen.
Dicho eso, colgó sin dudar.
Ni diez segundos habían pasado cuando el teléfono volvió a sonar. María lo apagó por completo; el mundo quedó en silencio.
A medianoche, María yacía de lado en la cama, entre dormida y

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