Capítulo 14
Ana no había sentido tal pánico en muchos años. Sin atreverse a emitir un sonido, levantó su mano para indicarle a Vicente que se detuviera, que cesara sus movimientos.
Una sonrisa maliciosa asomó en el rostro de Vicente, quien desoyó completamente la señal de Ana y prosiguió con sus movimientos.
¡Ana sabía que Vicente lo hacía adrede!
—¿Mamá? ¿Estás en casa? ¿Qué te ocurre?
Desde fuera, Leticia oyó el ruido y preguntó antes de girar el pomo de la puerta, lista para entrar.
—Estoy bien, ya me he ido a dormir, ¡no puedes entrar!
El corazón de Ana estaba a punto de estallar de nerviosismo; rápidamente habló con un tono muy severo.
—Vicente, te lo suplico, no hagas ruido, no permitas que Lety nos descubra haciendo el amor, y mucho menos la lastimes.
Ana, asustada, se vio obligada a abandonar su orgullo y dignidad, y le rogó a Vicente en voz baja.
—¿Por qué escucho que tu voz suena extraña? Además, creo que oigo ruidos raros en tu habitación. ¿Estás enferma? Voy a llamar al doctor Carlos p

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