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Capítulo 34

—Lourdes y yo solo somos amigos, ¿con qué derecho la controlas? Ustedes ya no tienen ninguna relación, ella no tiene obligación de rendirte cuentas. Alberto no aguantó más, tomó a la mujer del brazo y se la llevó. Lourdes fue arrastrada, aprovechando la oportunidad para escapar de ahí. —¿Estás... Molesta? Después de alejarse del lugar, él notó que ella no tenía buen semblante y soltó su mano. —No. —Ella suspiró y, al ver el hematoma en su cara, dijo—: Voy a comprar medicina, espérame un momento. —No hace falta. Mejor descansemos un poco. Él notó que su expresión se suavizaba y su tono se volvió algo mimado. —Estoy un poco cansado, no tengo ganas de moverme. —Por fin haces caso. —Se sorprendió un segundo al escuchar ese apodo, luego sonrió. —¿No eras tú quien tanto insistía en que te llamara así? Alberto también sonrió, aunque refunfuñó un poco, a regañadientes. —En realidad no soy mucho menor que tú, ¿por qué insistes en que te llame hermana? Y aún decía que no era un niño... Ese compo

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