Capítulo 23
La lluvia arreciaba y ya había lavado por completo la sangre de sus manos.
Su cuerpo estaba empapado. Volteó a mirar a María, a excepción del rostro, su cuerpo estaba cubierto de mordidas, heridas abiertas y manchones de sangre.
La sangre en el suelo se extendía hasta llegar a los pies de Bruno.
Dio media vuelta sin dudarlo, subió al coche.
El contraste entre la lluvia y el interior lo hizo estremecer; un calor febril le subía al rostro, anormalmente enrojecido.
Pero aún así, encendió el motor, pisó el acelerador rumbo al templo.
Durante el trayecto, volvió a poner aquella canción infantil, la favorita de Alicia.
Al llegar, fue directo a buscar al maestro del templo, el examen forense ya estaba terminado.
Uno de los forenses le entregó el informe.
Bruno tomó el documento con ambas manos, leyéndolo hoja por hoja.
Allí estaban, enumeradas una a una, las heridas que nunca se atrevió a mirar del todo.
Electrochoques, abusos sexuales, latigazos, lesiones por injerto de piel, hematomas...
De

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