Capítulo 71
Aproveché el momento en que Alejandro se distrajo levantando la mano para cubrirse de la luz y, con manos y pies, corrí hacia la fuente de la luz.
No sabía si eran los cómplices del hombre o si Irene y los demás habían llegado.
No importaba, decidí arriesgarme.
Irene gritó mi nombre con sorpresa: —¡María!
Mis piernas flaquearon y me lancé hacia ella en un abrazo completo.
Al ver esto, mis colegas masculinos se pusieron alerta al instante, lanzaron sus linternas al suelo y rodearon a Alejandro en círculo.
Aprieto los dientes, temblando, tratando de recuperar mi voz.
—¡Rápido, atrápenlo, es un traficante de personas!
Al oír esto, Alejandro mostró una mirada feroz y apretó los dientes, pateando a uno de los colegas que parecía más delgado, intentando romper el cerco para escapar.
—¡Ay!
Extendí la mano para cubrir los ojos de Irene.
Alejandro, como siempre, tuvo que escoger al más habilidoso. Tomás venía de una familia dedicada a las artes marciales; había comenzado a entrenar desde

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