Capítulo 1060
Miró a Alejandro, quien seguía ocupado con su trabajo.
Luego bajó la vista para responder a Ignacio.
Ambos permanecieron en silencio por un largo rato.
Cuando la noche se volvía profunda y de vez en cuando se escuchaba el croar de algunas ranas, Alejandro finalmente dejó su teléfono.
—Pronto vendrá un coche a buscarme para regresar a ciudad A, tengo asuntos urgentes que atender.
Bajo la luz tenue de la luna, los ojos del hombre eran profundos e inescrutables.
Como si hubieran surgido tormentas en su interior.
Pero ahora, a primera vista, estaban calmados y sin olas.
Ana se mostró sorprendida: —¿Vas a regresar de noche?
Tocó la pantalla de su teléfono, eran casi las diez.
—Sí —La voz de Alejandro sonaba distante.
Todo su ser emanaba una aura de distanciamiento, como si no quisiera que extraños se acercaran.
Esta actitud contrastaba marcadamente con su comportamiento afable de los últimos días.
Parecía una persona diferente.
Una sensación de desconexión cruzó po

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