Capítulo 1918
—Debe ser así, él tampoco debe querer que nos preocupemos. —Estuvo de acuerdo Augusto.
Jesús también contestó: —Ya que ahora no puede recibir visitas, regresemos por ahora y la próxima vez traigamos algunas hierbas para suplementar su nutrición.
Amelia levantó la cortina del carruaje y echó un vistazo hacia la puerta de la casa de los Castro.
Parecía que con esa mirada podía ver a Bernardo.
Jesús y Augusto se miraron extrañados, y Augusto dijo con resignación: —Parece que Bernardo también está interesado en mi hermana, de lo contrario, definitivamente no haría tal esfuerzo por ella.
—¡Hermano! —Amelia bajó con brusquedad la cortina del carruaje y su rostro se puso enrojeció.
Siempre le había sido difícil ocultar sus sentimientos frente a su padre y su hermano, y era la primera vez que se interesaba en un hombre.
Pero que su hermano lo mencionara de forma tan abierta la hacía sentirse algo avergonzada.
Augusto sonrió y dijo: —¿De qué tienes que avergonzarte delante de mí y de papá? Ya h

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