Capítulo 382
—¿Todo solucionado? —preguntó Alejandro.
—Sí, el abogado Alberto me indicó que me adelantara, él se encargará del resto —respondió Ana subiéndose al coche.
Reflexionando sobre cómo, sin la ayuda de Alejandro, no habría logrado contratar a Alberto para gestionar esta situación, añadió: —Gracias.
—¿Cómo me lo agradecerás? —Alejandro sacudió las cenizas de su cigarrillo mientras miraba hacia el horizonte con una mirada oscura y profunda.
Su voz baja y seductora resonaba a través del teléfono, como si estuviera susurrándole al oído en medio de la noche.
Cada palabra hacía latir su corazón más rápido.
Aunque Alejandro no estaba allí, el rostro de Ana se tiñó de rojo.
—Te invitaré a cenar —dijo ella, tomando una respiración profunda para mantener su voz lo más serena posible.
Alejandro aplastó su cigarrillo en el cenicero y exhaló la última bocanada de humo. —Te deseo.
—¿Qué? —Ana se sobresaltó, pensando que había escuchado mal.
Al percibir la respuesta de Ana, Alejandro

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