Capítulo 940
—¿Tienes hambre? Eduardo acaba de traer el desayuno. —Ana lo miró a los ojos, sintiendo un ligero estremecimiento en su pecho.
En sus profundos ojos, al mirarla, había una mirada cargada de una ternura en la que era fácil perderse.
Alejandro respondió suavemente.
Probablemente, por haber descansado algunas horas durante la noche, se sentía algo más fuerte. Con una mano, se apoyó y se sentó.
Ana acomodó el desayuno.
Eduardo siempre fue muy meticuloso, por lo que preparó el desayuno de ambos de acuerdo a sus gustos y preferencias.
Los dos no dijeron nada y terminaron de desayunar en silencio.
Después del desayuno, los sirvientes de Casa García llegaron y ayudaron a Ana a recoger.
También limpiaron todo el cuarto de hospital.
Cuando el médico llegó a hacer su ronda, revisó la evolución de las heridas de Alejandro.
Luego le dio algunas indicaciones a Ana, quien las escuchó atentamente y las guardó en su memoria.
Alejandro, desde un costado, no dejaba de observarla de

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