Capítulo 9
—¿Qué haces? Tengo clase. —Fruncí el ceño.
A la entrada de la universidad había un Bentley estacionado. La matrícula, por sí sola, dejaba claro que valía una fortuna. No necesitaba pensarlo dos veces, era de Pablo.
Me jaló hasta el carro y, al detenerse, me miró con evidente incomprensión: —Antes, por Ramón, te saltabas las clases todos los días para ir a trabajar. ¿No te parecía importante asistir? ¿Y ahora que vengo a buscarte resulta que sí lo es?
Que me dejara en evidencia así me puso de mal humor.
—Hablamos en el carro. —Dijo, abriendo la puerta y empujando suavemente mi cabeza para meterme en el asiento del copiloto.
Me molesté aún más.
Entró por el lado del conductor, se sentó y, al verme con el rostro serio, frunció levemente el ceño: —¿Estás molesta porque interrumpí la declaración de Ramón?
Respiré hondo para no dejarme llevar por la rabia.
—¿Por qué tuviste que decir mi identidad delante de tantos compañeros?
Al escucharme, vi cómo sus cejas se fruncían de forma involuntaria

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