Capítulo 220 Cabeza dura
Carlos dejó la ciudad natal de Ricardo y se dirigió al hospital.
Al caminar por el pasillo, se encontró con Ángel, quien acababa de ser recolocado en su cama por las enfermeras tras haberle cosido de nuevo la herida.
Federico lo seguía al lado de la cama, conversando con Ángel, cuando Carlos los saludó: —Señor Ángel, señor Federico.
Al acercarse y observar la cara de Ángel, Carlos frunció el ceño y chasqueó la lengua: —¿Es tan grave la herida del señor Ángel? Me quedé corto al golpear.
—¿Golpear qué? —preguntó Federico, y luego dedujo—: ¿Fuiste a ver a Ricardo?
—Sí, resolví el asunto de El pueblo de los albaricoques —respondió Carlos, entregando un contrato a Rafael con una sonrisa cómplice—. Se mudarán esta noche.
Federico mostró curiosidad: —¿Cómo lo lograste?
—No fue mucho, solo lo hice arrodillarse.
Ya frente a la puerta de la habitación, Silvia, que estaba dentro, podía oír la conversación.
Carlos comentó: —Llegué un poco tarde; a Ricardo ya le habían roto una pi

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