Capítulo 30
Una mujer de mediana edad, al ver a Norma, se acercó de inmediato con las llaves del auto en la mano, diciendo: —Norma, ¿cómo es que hoy me ves y ni siquiera me saludas? No tienes nada de modales.
Norma era muy solicitada, y enseguida otra persona alzó la voz.
—Norma, vuelve rápido, que últimamente me duele la espalda. Ayúdame a cargar a mi niño.
Al decir eso, como si se le hubiera venido algo a la mente, murmuró para sí misma: —Casi lo olvido, todavía no he preparado la leche en polvo.
—Ve tú primero a preparar la leche, como siempre.
Las dos mujeres terminaron de hablar sin importarles si Norma aceptaba o no, y empezaron a charlar riéndose.
Claramente la trataban como si fuera su sirvienta.
Hasta que la mujer no pudo entregarle las llaves del auto, miró a Norma con fastidio.
—Norma, apúrate.
—Estoy con prisa.
Norma soltó una carcajada sarcástica: —Si tienes prisa, ¿por qué no te apresuras tú sola?
La otra se quedó pasmada. Norma solía ser muy atenta y cortés con estas parientes, pero

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