Capítulo 920
La secretaria sabía que el punto clave de todo esto era Roberto. Justo ahora, cuando la señorita Alicita lo vio, en su mirada se reflejó claramente cierta decepción. Aunque intentó disimularlo, ella sí lo notó.
Roberto bajó la ventanilla y miró el cielo.
Dudó un momento antes de llamar a Alicia, pero ella rechazó la llamada; evidentemente, no quería contestar.
Roberto pensó en la terquedad de Alicia y, finalmente, se bajó del auto y tomó el ascensor. Ese trayecto, que normalmente le resultaba tan familiar, en ese instante le pareció especialmente largo.
Cuando llegó a la puerta, el médico y la secretaria esperaban fuera.
Roberto introdujo la clave y entró al apartamento; al ver aquel lugar tan conocido, se dirigió a la puerta del dormitorio principal.
Levantó la mano, dudó un instante, pero al final empujó la puerta.
Las cortinas del dormitorio estaban echadas y la luz era tenue.
Sobre la cama se distinguía un pequeño bulto; si no se miraba con atención, ni siquiera se notaría que algu

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