Capítulo 36
Los ojos de Silvia brillaron con fiereza cuando varios hombres corpulentos la rodearon.
Uno de los hombres intentó agarrarla mientras hablaba con una sonrisa siniestra: “Venga con nosotros, Señorita”.
Justo cuando estaba a punto de tocarla, ella le agarró de la muñeca y le tiró por encima del hombro. Soltó un doloroso aullido y cayó al suelo.
Cuando los tres hombres restantes se dieron cuenta de que Silvia no era tan débil como pensaban, actuaron juntos.
Sin embargo, un minuto después estaban todos tendidos en el suelo y soltando quejidos de dolor.
Silvia podía sentir que su cuerpo estaba llegando al límite. Su visión también había empezado a nublarse.
Hizo acopio de sus últimas fuerzas y se apresuró a avanzar.
Una vez dentro del ascensor, pulsó lo que creyó que era el botón de la primera planta. Luego se apoyó en la pared para recuperar el aliento.
Cuando se abrieron las puertas del ascensor, ella salió. Frunció el ceño al darse cuenta de que no estaba en la primera planta. S

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