Capítulo 30
—Hermana Lourdes, piénsalo bien. Si no hay nada más, volveré a la oficina.
Alberto se levantó, dispuesto a irse.
—Está bien, trata de curarme tú, confío en ti.
Lourdes habló justo cuando Alberto tenía la mano en la manija de la puerta.
Ella también estaba probando.
Si Alberto solo estaba interesado en su cuerpo, queriendo aprovecharse de ella, sin duda estaría ansioso, no querría irse, y presumiría de lo grandiosa que era su técnica médica.
Pero no había mencionado nada sobre sus habilidades médicas.
Basándose en su breve interacción con Alberto, Lourdes confiaba en su intuición como vendedora y creía que no se había equivocado.
—¿Ahora?
Alberto se quedó pasmado un momento y luego negó con la cabeza.
—Mejor por la noche, al fin y al cabo, la oficina no es el lugar más adecuado para tratar a alguien. La acupuntura puede ser dolorosa y si empiezas a gritar, los demás podrían pensar que te estoy acosando.
—Por cierto, hoy mismo deberías ir a un gran hospital para que te exa

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