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Capítulo 41

¡Deja que esa perra vea que no está a mi altura! —Sí, buenas noches. Valeria respondió rápidamente al mensaje. Alberto sonrió al ver las palabras "buenas noches", imaginando una vida hermosa en el futuro. Nunca antes había sentido un deseo tan ferviente de darle un hogar y felicidad a una mujer. —¿No han pasado diez minutos ya? En ese momento, se escuchó la voz débil de Lourdes desde dentro de la habitación. —Espera un momento, ya casi. Alberto bebió un gran trago de agua fría para calmarse y luego regresó al dormitorio. En la cama, Lourdes respiraba con dificultad, su rostro que antes estaba ligeramente sonrojado, ahora se veía pálido, y sus manos apretaban fuertemente las sábanas, provocando compasión. —Hermana Lourdes, aguanta un poco, voy a sacar la aguja. Alberto tomó una profunda respiración, se acercó y sostuvo la aguja por el extremo, retirándola lentamente. —¡Vaya! El cuerpo de Lourdes tembló visiblemente, y su ceño fruncido se relajó. Después de retirar la aguja de plata,

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