Capítulo 34
En ese momento.
Una figura entró por la puerta. Amelia alzó la mirada hacia la entrada.
Lo que vio fue a un anciano de unos sesenta años, cuya apariencia era muy similar a la de Felipe, con cejas imponentes y labios firmemente cerrados que emanaban una autoridad natural.
Vestido con ropa tradicional, su presencia, a pesar de los años, seguía imponiendo respeto.
El recién llegado era Tomás Herrera, ¡el padre de Felipe!
Al verlo entrar, Lorena tomó a Amelia del brazo y avanzaron un par de pasos; con una expresión llena de alegría, Lorena lo presentó: —Tomás, ella es la esposa de Felipe, Amelia...
Luego miró hacia Amelia y continuó con las presentaciones: —Él es el padre de Felipe.
Amelia rápidamente dejó su taza sobre la mesa, se puso de pie y se inclinó respetuosamente hacia Tomás, saludando: —Papá, hola...
Amelia sintió que esa manera de dirigirse era un poco incómoda, pues resultaba demasiado directa para ser la primera vez que se veían, y le parecía algo abrumador.
Esperaba que Tomás

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