Capítulo 92
Esta incapacidad de moverse, este sentimiento de pérdida de control frente a lo desconocido dominaba su mente. Aunque siempre había sido fuerte, ahora su voz temblaba con un atisbo de sollozo: —¡Piedad!
Amelia, por su parte, parecía no escuchar. Sus dedos, delicados y pálidos, descansaban sobre la muñeca de Rosa.
Ella examinaba con atención.
Rosa estaba tremendamente agitada, pero sin ninguna solución a la vista, como si sus esfuerzos fueran tan ineficaces como escupir al sol.
Si Amelia hubiera sido un poco menos razonable, probablemente Rosa no tendría que estar sufriendo tanto.
Después de un largo momento, Amelia meditó brevemente antes de dirigirse a Rosa y decirle suavemente: —Tu enfermedad no es grave, unas cuantas inyecciones y estarás bien, no te preocupes demasiado.
Rosa estaba furiosa: —¿Preocupada por la enfermedad? ¡Estoy preocupada por tus prácticas!
La expresión de Rosa, apretando los dientes de ira, parecía querer devorar a Amelia viva.
En respuesta, Amelia simplemente se

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