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Capítulo 232

—No es tarde para escapar. —Emilio se rió de su propio chiste, pero no me convenció. Era la visita semanal de Siena a la finca Escobar, y como Marcelo no quería dejarme ir sola, Emilio me acompañó esta vez. Intentaba controlarme, pero no podía. Seguía aterrorizado y confundido, pensando que un hombre que se suponía muerto estaba vivo y no sabía cómo procesarlo. No había pegado un ojo y temía por mi vida. Anoche la luz de mi habitación permaneció encendida, y corrí al baño con los ojos cerrados. Así de asustada estaba, y lo peor fue que no tenía con quién hablar, salvo con Cristian y Marcos, quienes tampoco tenían una explicación sólida. —Hola, ¿hay alguien ahí? —bromeó Emilio, agarrándole la mano a Milo para apoyarla en mi cabeza—. ¿Eh? ¿Sí? —dije—. Lo siento mucho. Estaba pensando. "¿Sobre qué?", preguntó Emilio y metió a Milo en brazos para que pudiera sacar a Siena del coche. "Estaba pensando en lo mono que es mi sobrinito". Le arrullé y le pellizqué la mejilla. "Qué mono", repitió

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