Capítulo 18
Cuando el crepúsculo de finales de otoño envolvía la casa de los León como una seda dorada, el auto de Emily también se detuvo justo a la entrada principal.
Emily se agachó silenciosa para bajar del auto, con una mano sostenía el regalo que ya había preparado y con la otra arrojó de manera descuidada las llaves al guardaespaldas que estaba a un lado.
—No es necesario que lo metas en el garaje, más tarde tengo que regresar a mi casa.
El guardaespaldas obedeció y luego condujo el auto lejos.
Emily subió emocionada los escalones con el regalo, empujó la puerta de madera tallada frente a ella, y el viento frío impregnado del aroma a pino entró siguiendo sus pasos. La lámpara de araña de cristal ya iluminaba el comedor por completo, y su tía Guillermina colocó con cuidado en la mesa el último plato, Cocido casero Al oír los pasos de Emily, se giró sonriendo; las perlas de sus pendientes reflejaban la luz de la chimenea.
—Llegaste justo a tiempo, ven a cenar.
Emily saludó, entregó el regalo

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