Capítulo 107
Vi que la sala era increíblemente grande, y en otros sofás también se encontraban jóvenes que parecían de familias adineradas. A su lado, había bellas mujeres acompañándolos.
Cada una de estas chicas, con solo salir, podría convertirse en una influencer de nivel medio, y además, sabían cómo vestirse y se atrevían a lucir lo que llevaban.
Fue entonces cuando entendí por qué el camarero nos miraba a Anita y a mí con una expresión tan extraña.
Una llevaba un sencillo vestido blanco de algodón, y la otra, un conjunto deportivo con zapatillas.
Aunque ambas vestíamos ropa de buena calidad y de marcas reconocidas, claramente no estábamos a la altura de estas chicas.
Anita me dio un tirón y frunció el ceño: —¿Quién es? ¿Lo reconoces?
Señalé al joven más apuesto y centrado: —Es Alberto. Así que era él.
Como esperaba, en cuanto Alberto nos vio entrar, levantó su copa y, con sus largas piernas, se acercó hacia nosotras.
Cuando llegó frente a mí, me miró fijamente con sus ojos profundos y sonrió.

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